Desafíos del periodismo de investigación en el siglo XXI
El Foro de Periodismo Argentino (FOPEA) y la Fundación Konrad Adenauer proponen en el libro Periodismo Cercan(d)o una radiografía sobre la situación del periodismo actual en Argentina. Es un material escrito por más de 20 periodistas, socios de FOPEA y distribuidos en todo el territorio argentino.
Desafíos del periodismo de investigación en el siglo XXI
Gabriel Michi (*)
En los manuales de investigación periodística se señala que, para que esta sea una realidad, debe reunir tres condiciones: que el resultado sea a partir de la búsqueda y el trabajo del propio periodista, que sea de interés público y que haya algún tipo de poder intentando ocultar el tema investigado. Una ecuación que sigue funcionando en la actualidad. (G.M.)
Cierto es que hay algunos temas donde es difícil encontrar cuál es el poder que intenta ocultarlo. O son tantos, tan difusos, concordantes y/o superpuestos, que el planteo puede resultar ambiguo. Puede ser un gobierno, un determinado sector político, autoridades policiales, una banda narco o todo eso junto. La potencial abstracción de esa posibilidad, sin embargo, no puede ser una limitante para entender que muchas investigaciones periodísticas se ciñen justamente en ese tipo de problemáticas. Aun cuando el poder silenciador no aparezca tan claramente definido.
Existen temáticas en las que resulta complejo encontrar cuál es el poder que intenta ocultarlas. La trata de personas, por ejemplo, puede tener múltiples actores del lado de los victimarios: desde mafias internacionales, nacionales o locales, hasta poderes políticos, pasando por miembros descarriados de las fuerzas de seguridad o de la Justicia, entre otros.
Lo mismo, detrás de temas vinculados al narcotráfico, el lavado de dinero, los fraudes financieros, el tráfico de bienes o personas, los negocios de la corrupción política y empresarial, entre muchos otros.
Acerca de las fuentes
Para poder desenredar esa madeja, una de las claves de la investigación periodística es la multiplicidad de fuentes. Tanto las orales como las documentales (en su más amplio espectro: escritos, fotografías, videos, etc.). Esta multiplicidad es la que garantiza una mayor rigurosidad a la hora de informar y la posibilidad de tener un soporte documental es lo que le otorga mayor credibilidad y fortaleza a la investigación. Por supuesto, deben ser fuentes independientes entre sí; si no, lo que se obtiene es una verdad sesgada.
Esto, que resulta una verdad de Perogrullo, es necesario remarcarlo: muchas veces, se presentan como grandes “investigaciones” informaciones que son provistas por algún sector interesado o que solo remarcan los aspectos positivos o negativos de algún tema, de acuerdo con el interés de esas fuentes y la falta de criterio y rigurosidad del periodista que acepta esa situación.
Pasado, presente y futuro
En el pasado, esa búsqueda hecha con instrumentos mucho más rústicos que los actuales se basaba muchas veces en las pesquisas entre eternos archivos y personas involucradas a las que se llegaba en forma directa. Con los desarrollos tecnológicos de los últimos años, la posibilidad de acceso en forma directa y rápida a un universo casi infinito de fuentes y documentación facilitó mucho las cosas. Ha habido enormes progresos para el periodismo de investigación. Aunque también, en muchos casos, se generó un efecto boomerang, con informaciones de muy dudoso origen o alejando a los periodistas de las calles, donde siempre es necesario tener un pie (o los dos) para caminar, olfatear, mirar, oír, sentir, palpar y observar la materia prima de una buena investigación o la corroboración o corrección de nuestras ideas generadas desde el escritorio.
Es decir, la tecnología ha servido de mucho, pero siempre el periodista de investigación tiene que tener contacto con el trabajo de campo, que prodigue una dosis de realidad real sobre la realidad virtual que muchas veces se genera en las redacciones de la prensa, cualquiera sea su soporte.
¿Cuarto poder?
Muchas veces, el periodismo de investigación estuvo orientado a revelar las tramas ocultas de los hechos de corrupción estatal, donde estaban involucrados funcionarios públicos de los más diversos niveles. Este tipo de investigaciones ha sido muy provechoso para la búsqueda de la transparencia en la función pública y se constituyó en un aporte invalorable para la consolidación de las democracias, dentro de un marco de compromiso con la ciudadanía. Existen casos de enorme impacto en países del primer mundo, pero también en América Latina, donde la contribución hecha por los periodistas de investigación fue muy enriquecedora para toda la sociedad.
Quizás, lo que estuvo más ausente fue la investigación sobre otros tipos de poderes, los denominados “poderes permanentes”, aquellos más vinculados al mundo económico. Los grandes grupos empresarios aparecen muchas veces detrás de grandes negociados –con y sin un socio estatal– y han tenido el privilegio de no ser tan investigados por los sabuesos de la prensa.
¿Por qué ocurre esto? Las explicaciones pueden ser muchas: porque son muy hábiles en esconder sus pecados; porque tienen la capacidad económica de silenciar a los medios a través de las publicidades; porque muchas veces están involucrados con los propietarios de esos medios o, directamente, son sus propios dueños; porque tienen poderosos estudios de abogados que amenazan con perseguir judicialmente a los medios o a los periodistas; porque tienen la posibilidad de comprar voluntades, incluso de algunas personas que se consideran periodistas; porque presionan de distintas formas para no ser acosados judicialmente; por todo eso junto o quizás por otras razones que se desconocen.
Lo cierto es que el periodismo de investigación no ha puesto el mismo ahínco en pesquisar al poder económico que al poder político. Y, necesariamente, muchas veces una cosa lleva a la otra, o están tan emparentadas esas corrupciones que merecerían que la lupa se coloque sobre ambas, aun sabiendo que siempre es mucho más exigible, porque maneja dinero de todos los ciudadanos, la transparencia de la función pública. Sin embargo, el poder de quien esté al frente de las responsabilidades del Estado es transitorio. En cambio, el otro, el poder económico, suele persistir en el tiempo.
Mutaciones y redes
El periodismo de investigación fue mutando según la época, las necesidades y los escenarios, de acuerdo también con los cambios que se fueron dando en las sociedades. Desde aquel artesanal trabajo de los muckrakers (los rastrilladores de estiércol), pasando por los watergates hasta llegar a un presente donde las tecnologías han facilitado grandes fraudes internacionales, grandes investigaciones trasnacionales pusieron al desnudo, por ejemplo, las trampas de poderosos de todo el mundo para esconder sus dineros mal habidos en paraísos fiscales. Una muestra contundente de todo esto es lo que ha realizado el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) a través del Offshoreleaks, una enorme base de datos con información financiera de personas de todo el mundo que se han llevado su dinero a paraísos fiscales. Lo particular del caso es que desde el ICIJ han abierto esas bases de datos a periodistas de investigación de todo el mundo y se puede pedir la ayuda de sus especialistas para indagar sobre algún político o empresario de su país que estén investigando. Y este periodismo colaborativo es central, no solo por su perfil solidario sino porque muchas veces es la única forma de conseguir información desde otros puntos del planeta frente a la enorme complejización de los delitos trasnacionales y de cómo los poderosos esconden las huellas de sus ilícitos a través de indescifrables laberintos financieros.
Es tiempo de pensar un periodismo colaborativo a nivel internacional (y también a nivel regional y nacional), para que la investigación en la prensa siga siendo ese instrumento que ayuda a mejorar los estándares de calidad del periodismo en general.
Apostar a las redes de periodistas a través de esfuerzos individuales o a través de organizaciones profesionales que los agrupan es una forma de pensar un periodismo diferente, en medio del maremoto que generó la invasión de las nuevas tecnologías y la aparición de otros sujetos de la comunicación social (como el denominado “periodismo ciudadano”). Estos nuevos sujetos no necesariamente comparten los valores, la meticulosidad y la rigurosidad que el trabajo periodístico tiene la obligación de ejercer, porque es el ADN de su existencia y fuente de credibilidad, que es su razón de ser.
Ejemplos latinoamericanos
En esa tarea, hay organizaciones de toda América Latina que vienen trabajando en pos de un periodismo de calidad y en defensa del periodismo de investigación como un elevador del resto de la prensa. Algunos ejemplos de esas organizaciones son: el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), el Consejo de Redacción (Colombia), la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI, Colombia), la Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación (ABRAJI), Periodistas de a Pie (México), el Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS, Perú y Venezuela), entre otros.
Y emprendimientos de periodismo de investigación de excelencia como CIPER (Chile), El Faro (El Salvador), Verdad Abierta (Colombia), La Silla Vacía (Colombia), IDL Reporteros (Perú), Plaza Pública (Guatemala), InSight Crime (Medellín, Colombia), Cosecha Roja (regional), entre muchos más. En estos casos, la apuesta también alcanza un relieve interesante en cuanto a la posibilidad de realizar periodismo de investigación por fuera de los grandes medios, algo que en el pasado parecía imposible.
Además de la idea de redes y de periodismo colaborativo, subyace la necesidad de apostar también al periodismo de investigación sin fines de lucro. Partiendo de la realidad de que hay muchos temas de importancia social que son soslayados por los medios masivos de comunicación (ya sea por desinterés –o intereses creados– o por falta de capacidad económica o profesional para abordarlos) y sabiendo que esos temas están ahí escondidos y revisten un interés ciudadano indudable, la apuesta al futuro es lograr el desarrollo de emprendimientos en ese sentido. Periodistas que, por el compromiso social que implica su tarea, estén dispuestos a asociarse profesionalmente (a través de organizaciones o en forma particular) para que esas problemáticas salgan a la luz.
En 2009, FOPEA –que hoy forma parte de la Red Global de Periodismo de Investigación, Global Investigative Journalism Network– concretó una experiencia en ese sentido al crear una Unidad de Investigaciones Periodísticas, que realizó tres trabajos: el primero, sobre los subsidios que los políticos entregan a fundaciones vinculadas a ellos mismos o a sus allegados; el segundo, sobre cómo quedan los pueblos después de que las empresas mineras se van, tras haber agotados sus recursos; y el tercero, sobre el circuito de mercantilización y extracción abusiva de la merluza. Los resultados fueron excelentes. Y el trabajo (con soporte para TV, radio, gráfica e internet) fue puesto a disposición de todos los medios de la Argentina para que pudiesen utilizarlo en forma gratuita, con la sola cita de autoría. La idea fue que todos los medios tuvieran la posibilidad de contar con ese material (fueron dos meses de investigación en cada caso) y que los temas, de enorme importancia social, llegaran a la mayor cantidad de público. Se financió con dinero del Knight Center Institute y de FOPEA, con la participación en una de ellas también de la Fundación AVINA. Las investigaciones fueron reproducidas por medios de variados alcances a lo largo de todo el país. El desafío a futuro es conseguir que más donantes apuesten a este tipo de periodismo de investigación sin fines de lucro y con un alto impacto en la ciudadanía.
De hecho, al cierre de este libro, FOPEA está trabajando junto a otras organizaciones sociales (Fundación Avina, Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, Fundación Cambio Democrático, Fundación La Alameda, Contadores Forenses y Fundación Crear Vale la Pena) dentro del proyecto La Otra Trama. Y llevando adelante, a través de un grupo de socios de nuestra entidad, tres investigaciones periodísticas sobre el crimen organizado en tres puntos del país (Mendoza, Tucumán y Córdoba), que revisten interés fundamental para la ciudadanía.
Cruce de habilidades
Otro de los desafíos principales que el periodismo de investigación debe afrontar a futuro sin duda pasa por la complementación de todo lo que la tradición de esta disciplina tiene en su haber con las enormes posibilidades que las nuevas tecnologías habilitan. Hoy, el periodista de investigación debe mantener ese instinto indagador, curioso, desconfiado, observador que lo ha caracterizado en la historia. Pero debe acompañarlo con la capacidad de saber manejar nuevos instrumentos como las bases de datos y los programas informáticos, que le sirven para sumergirse y sacar provecho en océanos de conocimientos que antes le estaban vedados. Y ese provecho también potenciarlo en la forma de presentar los temas, ya que estas nuevas herramientas tecnológicas no solo facilitan el acceso a la información, sino también la forma de producirla y brindársela a la sociedad. En definitiva, tomar lo mejor de las diferentes épocas para potenciar el trabajo investigativo.
En su labor, debe saber tanto buscar testimonios o documentos como leer e interpretar estadísticas. En esos fríos números muchas veces no solo se reflejan los alcances de los diferentes fenómenos a investigar, sino también la “fotografía” o, en el mejor de los casos, la “película” del asunto que se está pesquisando. Quizás allí empiecen a asomar los porqué de un determinado hecho.
El periodismo de investigación debe apuntar a eso. No solo a explicar qué cosas ocurren, sino por qué ocurren. Las razones de las cosas, que sirven para entender el trasfondo y la profundidad de lo que permanecía oculto.
Y los porqués surgen muchas veces de la explicación de los contextos. El periodismo de investigación tiene que saber indagar y luego explicar el contexto en que el tema investigado cobra una dimensión concluyente para la sociedad. Mostrar cómo ese tema, en apariencia lejano al público, le afecta en forma directa e indirecta, cómo impacta en su vida, para que cualquier ciudadano pueda sopesar la trascendencia de lo que se está contando. Saber llevar lo macro a lo micro. Y lo micro a lo macro. Darle una dimensión humana y social a lo que se está desnudando. Hacerlo más accesible a toda la audiencia.
Desafíos finales
Con todo esto, es claro que los desafíos que se le presentan al periodismo de investigación son enormes. Tan enormes como sus potenciales posibilidades. Más allá de las dificultades concretas que condicionan el ejercicio de esta disciplina (tensión con los poderes públicos y/o privados, falta de inversión y desinterés por parte de los dueños o directivos de los medios, sospechosos compromisos entre estos y los factores de poder, falta de capacitación profesional y de recursos técnicos, ausencia de responsabilidad y compromiso social por parte de las empresas de comunicación, etc.), el periodismo de investigación debe dar batalla para emerger en medio de esas vicisitudes.
Y no solo por su propio interés. Debe seguir dando pelea por un bien mayor, porque –como ya se dijo– el periodismo de investigación ayuda a elevar los estándares del periodismo en general. Y la prensa necesita eso. Lo necesitan los ciudadanos. Lo necesita la democracia.
(*) Gabriel Michi – Vicepresidente y socio fundador de FOPEA. Licenciado en Comunicación Social (UBA). Ejerce el periodismo desde hace 27 años. Conduce el programa Diapositivas y es co-conductor de Cuatro Miradas, ambos en Radio América. Columnista en temas internacionales en CN23 y panelista del programa Conferencia de Prensa, en el mismo canal. Lleva un blog propio: Secreto Cero. Trabajó en distintos medios gráficos, radiales y televisivos de la Argentina y colaboró con medios extranjeros. Participó en varios libros académicos vinculados al periodismo y fue docente de Investigación Periodística en la Universidad de Belgrano. Presidió FOPEA entre 2007 y 2011.