Territorios de la droga
Los mapas del narco en Córdoba.
Homicidios y barrios con actividad narco
Barrios de Córdoba según actividad narco y cantidad de chicos institucionalizados por sector.
“Nuestros barrios son zona roja. Están marcados así por la Policía”. Lo percibe un joven de barrio Las Violetas. Lo sienten también en barrio Maldonado, en Coronel Olmedo, en Marqués Anexo, en barrio Comercial. Y no se equivocan: ese mapa existe.
En la ciudad hay 23 barrios donde la calle está controlada para facilitar el negocio de las redes de tráfico y microtráfico de drogas, según un trabajo del Observatorio de Seguridad Ciudadana, que reformuló para Córdoba las categorías del teórico chileno Hugo Fruhlig, de acuerdo a caracterizaciones elaboradas por la Policía. Según el esquema de la investigación, en estos barrios se observan:
1.Alto nivel de tráfico de drogas
2.Participación de pequeños dealers constituidos como centros de distribución
3.Control del espacio público para que la venta no se afecte.
Entre los territorios más comprometidos marcados por el Observatorio –que dirige la exministra de Seguridad provincial Alejandra Monteoliva- se destacan cinco muy cercanos, en las proximidades del cementerio de San Vicente: Maldonado, Acosta, Müller, Colonia Lola y Renacimiento.
La caracterización de barrios en relación a las drogas es parte del “Estudio transversal sobre homicidios violentos” del Observatorio de Seguridad Ciudadana -reconocido como referente en Córdoba por el Banco Interamericano de Desarrollo –BID– y la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito- y el equipo de Monteoliva lo elaboró antes de tener el registro de asesinatos 2013. La clasificación realizada por el área de Drogas de la Policía era oficial –aunque no pública- hasta diciembre del año pasado, cuando por la crisis policial debió renunciar.
En esa tipificación, otros 20 barrios y cuatro ciudades del Gran Córdoba (Calera, Villa Allende, Río Ceballos y Saldán) fueron marcados como zonas de transición, donde se verifican estas características del modelo de Fruhlig:
1.Fuerte presencia de pequeños dealers
2.No hay traficantes establecidos
3.No hay control formal o informal de la violencia
4.Se producen graves incidentes entre bandas y delitos callejeros
La zona de boliches del Cerro de las Rosas, Nueva Córdoba, el sector de discos de Chateau Carreras son los nombres que destacan: allí el narco se mueve en sectores de alto poder adquisitivo. Coexiste en la categoría con otros sectores de clase media y populares. Lo llamativo de estos barrios en transición, según Monteoliva, son sus niveles de violencia. “Dealers desorganizados y pocos y escasa presencia del Estado resultan en una autoridad menguada: un permisor delictivo”, analiza.
En estos barrios se observa una dualidad de uso y consumo, casi en los mismos actores. Eso, al decir de Monteoliva, incrementa la violencia. “Es muy probable que presenten mayor intensidad de violencia que donde la actividad de narcotráfico está medianamente controlada. Mayores índices de violencia, mayores delitos asociados… aquí es donde se pone en evidencia que el narcomenudeo no es sólo un delito relacionado a cuestiones de seguridad sino de convivencia”.
En 18 barrios más y en todos los llamados barrios ciudades (barrios creados a partir de la erradicación de villas de emergencia una década atrás) el microtráfico está desorganizado. Se ve:
1.Uso de drogas y pequeñas ventas
2.Altos niveles de inseguridad y violencia en el espacio público
3.Bajos niveles de organización social
Los resultados del estudio de homicidios revelan que es en estos territorios con presencia narco donde se dan casi todos los asesinatos en Córdoba. De los 84 crímenes ocurridos en la ciudad durante 2013, 68 tuvieron como escenario un barrio donde se ha instalado el tráfico o el microtráfico: 27 muertes en zonas consolidadas, 21 en sitios en transición y 20 en espacios desorganizados. Apenas 16 muertes violentas ocurrieron en alguno de los otros 350 barrios de la ciudad que no han sido ubicados en ninguna categoría del negocio narco.
Monteoliva aclara que, si bien este dato es significativo, la lectura de cada uno de los sumarios no le lleva a concluir que hay tal proporción de ajustes y ejecuciones vinculadas a las drogas, sino más bien a una incidencia contextual, como el ya citado permisor delictivo. “Allí donde la lógica social que predomina es la de la violencia, donde la cultura es la de la ilegalidad, son más frecuentes los asesinatos, aunque pocos tengan al ajuste de cuentas por deudas de dinero o drogas como detonante”, explica la exministra.
Interesa también otro dato que surge del estudio sobre muertes violentas: la tasa de homicidio juvenil (14 a 24 años) en Córdoba es de 14,1 cada 100 mil habitantes, tres puntos por encima de la tasa de homicidio masculino y casi el doble de la tasa general, de 6,1. Para Monteoliva, es claro que “el grupo poblacional en mayor riesgo de homicidio es el de los jóvenes. Pero esto dice más de la sociedad que somos y de la ciudad que construimos, que de las víctimas o victimarios”.
La cantidad de menores con medidas judiciales en la mayoría de esos 23 barrios con actividad narco encendió señales de alerta en el Gobierno provincial: 296 estaban en conflicto con la ley penal en mayo de 2014 (último dato al que se accedió para esta investigación).
Origen de los detenidos en el Complejo Esperanza
Barrios de Córdoba según actividad narco y cantidad de chicos institucionalizados por sector.
No hay una traza estadística que una drogas con mayor violencia juvenil en estos barrios, pero sí una sostenida percepción de profesionales de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia que ese vínculo existe y se potencia. De los 1.793 adolescentes con medidas judiciales en la ciudad de Córdoba, casi el 40 por ciento (701) vive en un barrio donde el narcomenudeo está presente de manera organizada o en vías de hacerlo. Si se suman los menores que viven en barrios aledaños, de fronteras confusas, ese porcentaje crece.
Un informe oficial sobre menores en conflicto con la ley penal realizado a principios de 2014 agrega relevancia a la vinculación de los chicos con las redes del microtráfico:
“Por el relato de los jóvenes en las entrevistas (que realizan los profesionales del Complejo Esperanza), no es extraño que formen parte de las redes vinculadas a la venta de substancias, especialmente, como se denominan ellos, como ‘perros’ que hacen las veces de guardias de los puestos de venta o cocinas. Ello implica aspectos criminógenos importantes en tanto no se trata de delitos circunstanciales, sino de funciones adquiridas en grupos sociales de actividad delictiva, que no solamente les significa un reconocimiento social, sino también una vinculación económica a cierta tarea, algo que como hemos reconocido dificulta en gran medida la reinserción social positiva”.
El mapa en cuestión
Otras estadísticas judiciales o policiales, georeferenciadas, no hay. Tampoco existen mapas de organismos estatales o no gubernamentales, completos y unificados, con sus intervenciones. Este año la Provincia decidió hacer pie en algunos de estos sectores identificados como barrios controlados o en transición, como el caso de Marqués Anexo, que se hizo conocido por una serie de crímenes y agresiones juveniles. Lo hizo tras el estallido social de diciembre de 2013.
En enero el Gobierno provincial lanzó su programa de becas para chicos Ni Ni: que no estudian ni trabajan, llamado “Confiamos en Vos”. La distribución de los beneficios en la Capital de este programa –a la que accedimos- se densifica en los barrios que el mapa identifica como zonas consolidadas o en transición: Las Violetas, Villa el Libertador, en el sur, los barrios de la Quinta, cerca del cementerio de San Vicente, el sector de Argüello, en la zona norte.
No hay, para el presidente de la Agencia de Promoción del Empleo y la Formación Profesional, Juan Grosso, una orientación: se otorgaron estos beneficios allí donde fueron solicitados.
Con todo lo que no hay para comparar, son las percepciones por el conocimiento de los territorios de algunos actores los que pueden completar y discutir la clasificación del Observatorio de Monteoliva, centrado en un enfoque de seguridad.
Santiago Rebollo, asesor del Programa del Sol y becario de Conicet, entiende que la droga atraviesa socialmente a todos los sectores y a todas las franjas etáreas. Y que hay que salir de que esto se da sólo en algunos lugares, sino que estas redes operan en distintos niveles. Lo que sucede es que “en distintos niveles, o sectores, que sí están atravesados por la pobreza, están habilitadas este tipo de prácticas para que esto pueda reproducirse sin mayores conflictos a nivel social”, advierte.
Rebollo remarca que “la cuestión de la convivencia entre la Policía y los puntos de ventas es clara”. Y que esta habilitación es clave para que se desarrollen los negocios vinculados a las drogas.
“Hay como toda una idea de ejércitos de jóvenes vinculados al narcotráfico y eso no es algo que haya visto. Cuando uno piensa la dimensión ecológica de la vida comunitaria uno encuentra que en determinados lugares se instalan determinadas formas para generar recursos económicos que son ilegales y que están permitidos por distintos poderes”, enfatiza.
La defensora oficial en la Justicia Federal de Córdoba Mercedes Crespi acentúa este factor: “Siempre creí, desde la Defensoría, que había serios problemas en la relación con la Policía, que actuaba con mucha impunidad y mucha ilegalidad”.
Militantes de la organización Barrios de Pie que trabajan en un sector de los marcados en rojo en el mapa dan cuenta de que hay algo más que permisividad policial: es el reemplazo conjunto del mercado y del Estado el que explica el predominio narco:
“Desde que se instaló el narcotráfico es una economía paralela de los barrios. Cubren necesidades habituales del Estado que los distintos gobiernos no”.
Lo mismo cuenta el padre Mariano, desde barrio Müller.
Son, ahora, barrios tomados por narcos, barrios abandonados, antes, por las contenciones del mercado y del Estado.